Pero si hay una cualidad misteriosa que los sueños comparten en casi cualquier soñante es su término abrupto. Muchos hemos tenido la experiencia frustrante de ver acabado un sueño en su mejor momento, en ese clímax que surge aun en la lógica inusual de estas fantasías. ¿Pero para qué? Justo para que sea ahí cuando seamos arrojados de nuevo a la realidad.
¿Por qué sucede esto? La respuesta a esta pregunta no es unívoca, pero en general, de acuerdo a lo observado a lo largo de la historia, es posible proponer al menos 3 hipòtesis al respecto. Veamos.

La hipótesis fisiológica
Empíricamente podemos establecer una dicotomía entre sueño y vida activa. Dormir es la forma que tiene nuestro cuerpo de descansar, tanto física como mentalmente. En el caso específico del cerebro, ahora se sabe que al dormir el cerebro se deshace de su propia “basura”.
En este sentido, algunos sostienen que experimentar un sueño con intensidad (esto es, sentir vividamente su clímax) significa, visto desde otro punto de vista, que la actividad del cerebro también aumenta, in crescendo que culmina inevitablemente en el despertar,

La hipótesis neurocientífica
La neurociencia moderna descubrió que nuestras neuronas forman “caminos”, patrones que recorren cotidianamente en cada situación en que nos encontramos, que se renuevan con lo que aprendemos y se reajustan ante un cambio imprevisto de circunstancias. El fin azaroso de un sueño podría entenderse o como el momento en que nuestra mente renunció a encontrar un patrón (esto es, lo consideró demasiado extraordinario para continuar) o, por otro lado, puede ser el momento que dentro de un extraño patrón todo desembocó para erigirse necesariamente como la conclusón. Esto último puede encontrar cierta comprobación cuando rememoramos un sueño y, comenzando desde ese punto final, lo recorremos en retrospectiva y poco a poco parece densenvolverse ante nosotros con su propia lógica.

La hipótesis psicoanalítica
No es posible hablar de sueños sin mencionar al psicoanálisis, una discplina que desde su origen los atendió como una especie de emanación natural del inconsciente, esa parte de nuestra subjetividad que, por decirlo de alguna manera, se forma en las sombras, moldeada por la represión, el olvido, el equívoco y más. Grosso modo, los sueños son para el psicoanálisis –sobre todo en su vertiente freudiana– expresión de nuestro deseo. Coloquialmente se cree, en este mismo sentido, que a veces la realización de ese deseo se intenta en el mundo de los sueños, sobre todo cuando en la vida consciente existe cierta tendencia subjetiva a contenerlo.
En cuanto al término del sueño, este podría encontrar equivalencia con el concepto lacaniano de “interrupción” que tiene lugar en la práctica del psicoanálisis. Cuando en una sesión de análisis el sujeto llega a un punto particularmente importante para dentro de su propia cadena de significantes, el analista interrumpe la sesión, la da por terminada (provisionalmente). En el sueño el fenómeno puede ser parecido: si se interrumpe es porque eso de lo cual habla el sueño es especialmente importante para nosotros, un significante específico que nos perturba lo suficiente como para devolvernos a la vida consciente.
¿Qué te parece? Recordemos: son hipótesis. Quizá tú tengas una propia, quizá una que te fue dictada en sueños.
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