Osho fue ciertamente un personaje muy polémico. Pero para los que leímos (y todavía seguimos leyendo!) los libros que reúnen sus enseñanzas, no hay ninguna polémica acerca del valioso tesoro que encierra su mensaje. En el siguiente texto Osho señala la necesidad de aprender a amarse a uno mismo, es decir, de alcanzar un saludable nivel de autoestima…

Osho, un maestro polémico.
Amarse a uno mismo
Si no te amas a ti
mismo nunca podrás amar a alguien más. Si no puedes tratarte amorosamente no
puedes tratar amorosamente a los demás. Es psicológicamente
imposible.
Cualquiera que sea
la manera en que estás contigo, así estás con los otros. Esta es una idea
básica, acéptala. Si te odias a ti mismo odiarás a otros; y te han enseñado a
odiarte. Nunca alguien te ha dicho, “¡Ámate a ti mismo!”. La misma idea parece
absurda: ¿amarse a uno mismo? La
misma idea no tiene sentido: ¿amarse a uno mismo? Siempre pensamos que para amar
uno necesita a alguien más. Pero si no lo aprendes contigo no podrás practicarlo
con otros.
Te han dicho,
condicionándote constantemente, que tú no tienes ningún valor. De todas las
maneras posibles te han dicho, te han demostrado, que eres indigno, que no eres lo que deberías ser, que no
eres aceptado así como eres. Hay muchos “deberías” que pesan sobre tu cabeza, y
esos “deberías” son casi imposibles de satisfacer. Y cuando no puedes
satisfacerlos, cuando no cumples esos objetivos, te sientes condenado. Un odio
profundo surge hacia ti.
El primer paso es:
Acéptate como eres; suelta todos los “deberías”. ¡No lleves ningún “debería” en
tu corazón! Tú no debes ser alguien diferente; no se espera que hagas algo que
no es propio de ti. Sólo has de ser tú mismo. Relájate y sólo sé tú mismo. Sé
respetuoso con tu individualidad, y ten el valor de plasmar tu propia firma. No
sigas copiando las firmas de otros.

Cuando no estás
intentando convertirte en alguien más, entonces simplemente te relajas; entonces
surge la gracia. Entonces te llenas de grandeza, esplendor, armonía… ¡porque
entonces no hay conflicto! Ningún lugar a dónde ir, nada por qué luchar, nada
que forzar, que imponer sobre ti violentamente. Te vuelves
inocente.
En esa inocencia
sentirás compasión y amor por ti. Te sentirás tan feliz contigo mismo que
incluso si Dios viene y golpea a tu puerta y dice: “¿Te gustaría convertirte en
alguien diferente?”, tú dirás: “¿Te has vuelto loco? ¡Soy perfecto! Gracias,
pero no cambies nada de mí; soy perfecto como soy”.
Si vas a ver una
pintura de Picasso y dices: “Esto está mal y eso está mal, y este color debería haber sido de esta
manera”, estás negando a Picasso. Cuando dices: “Yo debería ser así”, estás
intentando perfeccionar a Dios. Estás diciendo: “Metiste la pata; yo debería
haber sido así, ¿y tú me has hecho así?”. Estás intentando perfeccionar a Dios.
No es posible. Tu lucha es inútil, estás condenado al fracaso.
Y cuanto más
fallas, más odias. Cuanto más fallas, te sientes más condenado. Cuanto más
fallas, te sientes más impotente. Y de este odio, impotencia, ¿cómo puede surgir
la compasión? La compasión surge cuando estás perfectamente centrado en tu ser.
Tú dices: “Sí, así es como soy”. No tienes ideales que satisfacer. ¡Y de
inmediato la plenitud comienza!

Las rosas florecen
tan maravillosamente porque no están intentando convertirse en lotos. Y los lotos
florecen tan maravillosamente porque no han oído historias de otras flores. Todo
en la naturaleza marcha tan maravillosamente en armonía, porque nadie está
intentando competir con alguien más, nadie está intentando convertirse en algún
otro. Todo es como debe ser.
¡Sólo comprende
este punto! Sólo sé tú mismo y recuerda que no puedes ser nada más, por más que
lo intentes. Todo esfuerzo es vano. Sólo tienes que ser tú
mismo.
Existen solamente
dos caminos. Uno es rechazándote, pero tú seguirás siendo el mismo; o
condenándote, pero tú seguirás siendo el mismo. El otro es aceptándote,
entregándote, gozando, deleitándote, pero también tú seguirás siendo el mismo.
Tu actitud puede ser diferente, pero tú siempre serás la persona que eres. Pero
una vez que te aceptas, surge la plenitud.
0 comentarios:
Publicar un comentario