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sábado, 14 de mayo de 2011

La noche más larga - ESPECIAL LORCA


Javier Pérez Campos | Lorca | 12 mayo 2011.- Eran las 19.30 del pasado miércoles 11 de mayo.  La tarde transcurría tranquila en la redacción de Cuarto Milenio, como la de cualquier otra tarde de miércoles. Casi todo el trabajo estaba hecho, salvo por pequeñas búsquedas de última hora, la mayoría de las veces movidas por la pura y saludable curiosidad. Fue entonces cuando, después de abrir la página principal de un importante diario nacional, el primer artículo cambiaría el destino de aquella tarde apacible. El titular rezaba: “Dos terremotos sacuden Lorca y causan al menos siete muertos”.

Algo estaba ocurriendo en España; la tierra estaba temblando, causando un número de muertos como hace décadas no se veía en nuestro país. Las cifras de víctimas, heridos y  daños bailaban de forma constante, como formando parte de una arrítmica danza macabra…  De pronto, las imágenes empezaban a llegar también con cuentagotas. Un edificio plegado sobre sí mismo, grietas que recorrían altas torres como relámpagos, campanas que se habían estrellado contra el suelo, y el esqueleto de una cúpula que se recortaba contra el horizonte…
La fuerza de aquellas imágenes nos caló tan hondo, que de inmediato supimos que teníamos que acudir al lugar de los hechos. Teníamos que acudir a Lorca, lugar de la tragedia, para compartir con los vecinos aquellas horas de angustia, incertidumbre y dolor. 


© Carlos Largo

“Una noche que quedará marcada en la memoria colectiva de todos los que nunca pensaron que vivirían una tragedia de este calibre...”



Estamos haciéndolo ahora mismo. Comparto con vosotros estas palabras desde una habitación de hotel, donde hemos acudido para descansar unos minutos de la que ha sido una noche agitada. Una noche negra, fría y terrible. Una noche que quedará marcada en la memoria colectiva de todos los que nunca pensaron que vivirían una tragedia de este calibre; de los que nunca imaginaron, ni en sus peores pesadillas, que la tierra podía vibrar hasta causar tal desgracia… De la que ha sido, para muchos, la noche más larga de sus vidas.
Apenas dos horas después de acordar que nuestra obligación era partir al lugar de los hechos, nos encontramos saliendo de Madrid, destino Lorca. Junto a mí, parte mi compañero y buen amigo Carlos Largo.
Durante el trayecto, compartimos información y preocupaciones varias…  El terremoto ha sido de 4,4º en la escala Richter, con una importante réplica de 5,1º.  Se habla de más de 10.000 evacuados. Personas que dormirán en la calle, fuera de sus casas, por riesgo de derrumbe. Por si fuera poco, una noticia habla del peligro de desbordamiento de un embalse en La Hoya, a 8 km. de Lorca, que había sido afectado por los terremotos. Incluso, cabe la posibilidad de que las autoridades no nos dejen entrar en el pueblo.
A los quince minutos de salir de Madrid, nos adelantan una decena de convoys militares, camiones con reservas de alimento, agua, máquinas quita-escombros…
Es en ese preciso instante cuando uno se da verdadera cuenta de la gravedad del asunto. Cuando uno comprende que está ocurriendo algo realmente grave…
Tras un largo viaje, llegamos a Lorca. Noche fría, triste y amarga nos recibe. Silenciosas luces de ambulancia recorren las calles destruidas y polvorientas. De fondo, una alarma incesante que nadie ha conseguido callar. Nadie lo hará. Ahora no importa.
Algunos bares aún conservan las terrazas sin recoger, con las consumiciones sin terminar sobre las mesas. Varias casas tienen sus puertas abiertas de par en par. Sin miedo al robo, pues la tragedia ha sido aún mayor de lo que puede ser un simple hurto.
Como si el tiempo se hubiera detenido para siempre. Como en el escenario de una película apocalíptica.
Un gato nos espía cauteloso. Los escombros pueblan todas las calles, y sobre algún campanario las cruces amenazan con caer. Los capiteles se han movido; ya nada está donde estaba. Todo ha sido recolocado de forma aleatoria por la mano invisible de la terrible tragedia.
© Carlos Largo

“En nuestra ruta encontramos, de vez en cuando, algunas personas que miran sus casas atónitas...”



Al llegar a una iglesia marcada por una gigantesca cicatriz negra que casi la parte en dos, encontramos a un hombre que apenas puede hablar. Ante nuestra mirada, intenta explicar con un hilo de voz que ha dedicado gran parte de su vida a cuidar de ese campanario. Entonces se agacha y coge un trozo de cristal. Se lo guarda en un bolsillo, como un preciado recuerdo, y tras enfilar una angosta calle desaparece en la triste noche.
En nuestra ruta encontramos, de vez en cuando, algunas personas que miran sus casas atónitas. Nos recuerdan a los “retornados” de Chernobyl, que volvían a sus hogares pese a las prohibiciones, por la gran carga emotiva que éste les suponía a pesar al peligro del que les advertían las autoridades.
En una iglesia el terremoto ha decapitado la imagen de un Cristo. Nos recuerda a lo sucedido meses atrás en el cercano pueblo de Vera, donde su emblemático Cristo fue también “decapitado”, esta vez por un rayo. No podemos evitar recordar cómo algunas personas vieron aquello como la señal de que algo malo iba a ocurrir pronto.
El frío no tiene piedad y las buenas gentes, aún asustadas, se resguardan en campamentos especiales habilitados para esta noche, acurrucados entre mantas. Otros han huido al campo o a poblaciones cercanas. Incluso, cerca de la carretera de entrada encontramos personas que duermen a la intemperie sobre el frío asfalto de un oscuro aparcamiento.
Amanece en Lorca y lo sucedido no fue, por desgracia, una mala pesadilla. Ocho personas han perdido la vida, y otras tantas se encuentran gravemente heridas. Ahí están los edificios prensados como papel para demostrarlo. Ahí están las grietas, los árboles cortados por la mitad, los cristales rotos y el polvo que, en ocasiones, se encarga de levantar alguna ventisca. Ahí están las piedras y escombros, y los sueños sepultados de centenares de personas a quienes enviamos toda nuestra fuerza y apoyo.
Amanece en Lorca y no sabemos cómo anochecerá hoy. Pero estaremos aquí para contarlo…
Fuente : http://www.ikerjimenez.com

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